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sábado, 5 de mayo de 2007

Entrevista a Sebastián Martínez sobre su película "París Marsella"

Autopista fantasma

En 2002 una pareja intentó repetir un gesto: el que hicieron Julio Cortázar y Carol Dunlop veinte años antes, y que quedó plasmado en Los autonautas de la cosmopista. Sebastián Martínez registró la experiencia y la llamó París Marsella. Este mes se estrena en el MALBA.
Entrevista a Sebastián Martínez por Cynthia Sabat.

¿Qué hay entre París y Marsella? ¿Qué simboliza ese viaje?
En algún momento, mientras escribía los textos para mi voz en off, había surgido la idea de que lo que existía entre París y Marsella era justamente esta película. No quedó en el film finalmente, pero rescato la idea en el sentido de que debido a la forma en que estaba planteado el viaje, y por lo tanto también la película, ese espacio de 800 kilómetros se vuelve abstracto. Se desintegra, se confunde. Y lo que queda es un paisaje poblado de rostros, vehículos y cemento, puestos en relación a través de los textos. Si uno toma un mapa de Francia verá las distintas regiones que fuimos atravesando. Cambian la geografía, el tipo de árboles, los vinos. Pero la película no hace foco en eso, y entonces lo que queda es la subjetividad de la experiencia.Simbólicamente el viaje representa esa idea cortazariana de no aceptar el "nombre-etiqueta" de las cosas. Dar vuelta el guante, sacar de contexto, modificar el punto de vista y encontrar un mundo nuevo exactamente allí donde estábamos parados.Personalmente, y viéndolo un poco en retrospectiva, (la película se rodó en 2002), veo el viaje como un punto de inflexión en mi vida, como el registro de un momento crucial: la paternidad que se aproxima y el intento de convertirme en director de cine documental.

¿Por qué elegiste el documental y no la ficción para retratar el viaje de Julio y Carol?
Porque mi formación es documental, básicamente. Y porque el gran desafío era salir a la autopista sin certezas de lo que iba a suceder; sentir que la película se iba armando a medida que viajábamos.

¿Por qué, siendo los protagonistas del viaje, vos y tu mujer casi no aparecen en cámara?
Es que intenté buscar otras maneras de estar presentes, otro sistema de representación. La furgoneta amarilla, a mi criterio, funciona como señal permanente de nuestro paso por la autopista.Siempre sentí que la cotidianeidad del viaje tenía que estar presente, pero que si no lo dosificaba se me podía ir de las manos. Además también está mi voz en off, que viene a ocupar un lugar importante en esto de estar presente dentro de la película.Viéndola, uno puede suponer que el libro y sus maravillosas descripciones pudo haber sido un fantasma mientras la filmaban. ¿Fue así?Sin dudas. El libro fue la principal herramienta de trabajo durante todo el desarrollo del proyecto. Y entonces, una vez en la autopista, fue muy difícil despegarse de las imágenes y de los conceptos que contenía. Sobre todo al comienzo del viaje. Gran parte del trabajo residió justamente en poder mirar la autopista con mis propios ojos. Lograr correrlo (al libro) de lugar, que funcionara como hoja de ruta y no necesariamente como un guión.

¿Los documentales son los libros del siglo XXI?
No sé, no creo, supongo que los libros seguirán inspirando películas, tanto ficciones como documentales

Es una paradoja el hecho de que el viaje de Julio y Carol terminara de alguna manera con la muerte y el de ustedes con una nueva vida. ¿Cómo vivieron este hecho?
Mi mujer quedó embarazada justo un mes antes de comenzar a filmar. Me di cuenta de lo que podía significar en términos dramáticos o narrativos, y durante el rodaje lo tuvimos presente como una línea de trabajo, como una punta de la que agarrarse. Pero no era un hecho que fuera a formar parte de la película. Lo que pasó es que después, en la interacción con los personajes que cruzábamos, fue ganando presencia, y finalmente, en el montaje, fui encontrando que, de alguna manera, el embarazo, por incipiente que fuese, hacía avanzar la trama.Para mí en la película hay dos contrapuntos permanentes: el hecho de que Julio y Carol sintieran la autopista como un festín, como una celebración, mientras para nosotros se trataba de un territorio incómodo e inabarcable, y por otro lado la paradoja de la vida y la muerte. Me parecía interesante marcar bien las diferencias entre un viaje y otro y, en ese sentido, semejante contraste me pareció contundente.

¿Cuál fue el momento de mayor felicidad de todo el viaje?
Hubo un par. Después de filmar el encuentro con Maurice, el señor mayor, fue uno. Sentimos que justificaba toda la aventura, pero tal vez el momento más celebrado fue la noche que pasamos fuera de la autopista en un pueblito perdido. La felicidad de transgredir un poco las reglas, los vinos de la región, un documental que vimos en la TV del hotel. Como hacerse la rata al colegio, pero sin culpa.Y por último, la llegada a Marsella. A pesar de la incertidumbre (¿había película o no?), la satisfacción de haber cumplido con lo que nos habíamos propuesto. Y una pizza que comimos en el puerto, que para Victoria sigue siendo la más rica que comió en su vida.

París Marsella se podrá ver los sábados y domingos de mayo a las 17.00 en el MALBA.
www.malba.org.ar
Esta entrevista se publicó en el Nº70 de la revista Haciendo Cine www.haciendocine.com.ar

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